Mi cuerpo, como el Universo, está en constante expansión. ¿Por qué? Sospecho que mi abandono de la dieta mediterránea tiene algo que ver. En cualquier caso, si eso implica comer verdura todo el día... me niego a 'pastar' como una vaca, ¡que para eso ya parezco una!
Si mi cuenta corriente tuviese tantos dígitos como mi nivel de colesterol, podría permitirme una alimentación equilibrada en alguno de esos nuevos templos de la gastronomía: los restaurantes con estrellas Michelín. Lo del michelín lo tengo más fácil, ahora, lo de pagar 200€ por un plato que tardas más en pronunciar su nombre que en comértelo... Are you talking to me? Taxi driver dixit.
Estos lugares son como catedrales, los cocineros (que ahora se hacen llamar chefs) vienen a ser los curas y sus clientes -los ricos-... la feligresía.
“Son como una religión”, comentan los críticos gastronómicos. Pues será la Cienciología: si no tienes un pastón, no entras.
¿Alguna vez han comido en un sitio así? Les cuento...
Lo primero -tengas la pasta que tengas- es apuntarte en una lista de espera eterna. Iker Jiménez contó el caso de una señora que la llamaron antes de la Seguridad Social para operarse que de El Bulli para cenar. Lo juro.
Cuando al fin te toca, debes hacer dos cosas: la primera asegurarte de que tu tarjeta tendrá saldo ese día y la segunda comprarte algo de ropa.
“¿No pensarás ir de cualquier manera?”, interroga -amablemente- tu mujer. Las señoras acostumbran a ponerse animales muertos alrededor de el cuello, usar enormes tacones, cardarse el pelo (hombres heterosexuales buscar cardar en el diccionario) y maquillarse en exceso... parecen 'Drag Visón'. Los caballeros suelen ponerse un traje. Pocas cosas son tan ridículas como un tío con traje si no está acostumbrado: cada veinte segundos pasa el dedo índice entre el cuello de la camisa y el suyo propio, no sabe si en un sitio así podrá remangarse (por si hay algo con salsa), si al sentarse podrá soltar los botones de la chaqueta y, lo que es peor, si después de comer podrá soltar los botones del pantalón. Aunque la conducta estrella del desadaptado es usar un palillo. Algunos, incluso, se tapan un poco con la otra mano ¡como si no te fueras a dar cuenta!
Una vez sentado...¡peligro! Se acerca un señor alto, delgado y con cara de poco sexo que te pregunta qué vino deseas. Mala cosa. No te habías estudiado ese tema. Improvisas...
“Nos dejaremos aconsejar”, exclamas con tu mejor pose de 'me crié entre los viñedos de Falcon Crest'. Mal, muy mal. Ese vino, con nombre francés y la misma edad que tu mujer, cuesta más que el colegio de los niños.
“Coño, ¿300 euros por un vino viejo? ¡Si me ponen uno de este año tengo que dejarles la nómina!”, gimes.
Es curioso, pero la comida no la eliges. Se usa lo que llaman Menú Degustación. Dice la R.A.E.:
degustar (del lat. degustare)
Probar o catar, generalmente con deleite, alimentos o bebidas.
El que hizo la carta hizo también la definición. Las clavó. Primero por lo de probar. Eso es lo que haces, probar. Olvídate, a esos sitios hay que ir cenado. Algunos, incluso, montan en el parking un McDonald para que te eches un McAlgo antes de entrar. Pero lo más acertado de la definición es 'generalmente con deleite'. Chapó, lo clavaste otra vez, macho. Comer en esos sitios es como el sexo para una mujer con un amante que sufre de eyaculación precoz: cuando le estás cogiendo el gusto se acaba la diversión.
Retomando... no eliges la comida. Te traen unos quince platos con una muestra de lo que llaman cocina creativa y listo. Es como si vas a Carrefour, te enseñan el folleto pero no te dejan comprar.
Capítulo aparte merecen los nombres de los platos. Los críticos gastronómicos (un crítico es una persona sin el talento suficiente como para atreverse a cocinar pero con la poca vergüenza necesaria como para atreverse a opinar)... Pues eso, los críticos lo llaman: la prosa de la cocina.
“Deconstrucción emulsionada de fruto de ave de corral sobre lecho de tubérculo, en exprimido de oliva virgen en ebullición, con crocante de virutas de curado de porcino de Iberia”... Ya, eso son huevos estrellados con jamón.
La carta, en estos sitios, debería incorporar un glosario. De esa manera, quizás, uno sabría qué come:
Medallón: Trozo de carne (redondo). No tiene por qué presentar la misma dureza que la joya... pero, a veces, pasa.
Brocheta: Pedazos de carne y/o pescado (cuadrados) sodomizados en plan Holocausto caníbal.
Carpaccio: Bistec de un cocinero sin ganas y/o tiempo para calentarlo 'un fisco'.
Sorbete: Sucedáneo de helado que te traen después del pescado y antes de la carne haciéndote pensar que 'eso' es el postre.
Carabinero: Policía italiano a la plancha combinado con gambas. Cuidado, al comerlo mancha.
Tempura: Cantidad de grados a los que se fríe verdura o demás en la cocina oriental.
Somelier: Señor entendido en vinos que se pone debajo del colchón.
Delicatessen: Cocinero (chef) especialmente sensible a las críticas.
Curry: Dar prisa al camarero.
Creo que la cocina creativa no es tal. En realidad nace, como el tipp-ex o los post-it, de errores. Alguien, al hacer mal una tortilla, inventó el revuelto. Una madre japonesa -ama de casa y trabajadora- con poco tiempo, inventó el sushi... y así con todo. Lo que todavía no puedo explicar es cómo alguien derramó por error nitrógeno líquido sobre la comida y, en lugar de tirarla, le puso un nombre raro a su plato, un precio aún mayor y, lo que es peor, nos convenció de que 'eso' es arte. Ya.
Por cierto, ¿han visto con qué cosas cocinan ahora? electrodos, sopletes, espátulas... el otro día vino un albañil a casa, sacó la herramienta (la de currar, no se me dispersen)...¡ y no sabía si iba a reformarme el baño o a prepararme la cena!
En fin, es curioso lo que hace el marketing y nuestro snobismo. Ahora cocinar es una vocación. Supongo que por eso cada vez hay menos curas (iba a poner que “quizás también porque cada vez hay menos niños” pero me parece un poco fuerte así que no lo pongo).
Para terminar, y solo para aquellos capaces de ser creativos en la cocina e intentar elaborar los más sofisticados platos, una receta. Inténtenlo.
Compresión de laminado de fermento lácteo vacuno y entreverado de porcino curado al aire de la sierra entre paredes de cereales horneados con semillas de la tierra... Buscar en el glosario por la B de bocadillo de jamón y queso.
Buen apetito.