Dice la 'wikipedia' que chill out viene del inglés y significa relajarse. Ah, vale. Con dos cojones. Y va Javi, que nunca ha sido un cazador de tendencias, y se lo traga. Empieza a buscar sitios así, chill out. Al final, bien aconsejado, localiza uno. Entra con cierto miedo, tanteando. No le gusta... pero se come bien. Eso sí, la comida no era chiláu, era cocina normal.
Para no ser injusto busca otro. Más de lo mismo. Aquí no come, bebe. Johnnie Walker no tiene 'etiqueta chill out' así que un etiqueta roja de toda la vida. Eso sí, caro.
Al final las conclusiones a mi estudio van, en forma de decálogo, a modo de consejo por si quieres montar un negocio chill out. Lo que sea, desde un bar a una tienda de lavadoras... ¡pero chiláu!
Nos centraremos en lo más habitual, un bar (ahora los llaman lounge):
1. Pon a tu negocio un nombre poco usual. Casa Paco no vale. Mejor Tángara Bar, Buda Land o Carpe díem.
2. Decora con cosas del Natura: tiras de bolas luminosas de colores, ramas de almendro retroiluminadas, budas felices (muchos), mini jardines zen... ¿Mobiliario? Si tienes cosas viejas, servirán. Si no, al Decathlon a por unas colchonetas y, ¡hala!, el suelo lleno de clientes que te pagarán encantados 15€ por una copa que en otro sitio les dejarían tomar cómodamente sentados a mitad de precio.
3. Quita o apaga un 60% de la iluminación. Compensa la ceguera de tus clientes con unas velas. Además de conseguir un ambiente más íntimo ahorrarás en limpieza (la mierda con poca luz no se notará).
4. La música es fundamental. En el mercado ya se encuentran sacrilegios como Beatles Chill out, Ópera Chill out... en Canarias se propone ¡Sabandeños Chill out! Ánimo. Si no localizas esa música puedes recurrir a Il Divo, Enya o al hilo musical de tu dentista. En el emule están los 20 cd's de Café del Mar. ¿Alguien nota alguna diferencia entre canción y canción?
5. Debes tener una extensa carta de tés. Unas 150 variedades bastarán. ¿Cómo conseguirlas? Sólo haciendo la carta. Está demostrado que el 80% de los snobs que pedimos cosas raras no nos enteramos si nos ponen una bolsita de Lipton. Tú mezcla té y especias y listo.
6. El paladar de tus clientes es tan exquisito como tu selección musical. Edúcalos. No les ofrezcas croquetas congeladas (además, terminarás escribiendo cocreta en la carta... y eso queda mal). Busca cosas exóticas: sushi, tempura, insectos fritos... Total, no creo que sepan peor que un té verde con cardamomo, menta y canela.
7. Color. Es muy importante que sea aburrido, a juego con la música. Todo del mismo color estaría bien. Dos colores a lo sumo. El primer local que visité era todo blanco (al menos el primer día). Tras una reforma es todo granate y dorado (recuerda, está lleno de budas). Haz lo mismo. Un solo color. ¿Cuál? El de la oferta de Leroy Merlín. Después te inventas para tus clientes una justificación zen para haber elegido ese color rosa chicle: "una antigua leyenda china dice que el color rosa consigue que el hombre mantenga el doble de tiempo una erección" (es decir, 8 minutos). Hombres y mujeres quedaremos satisfechos y dejaremos de pensar que ese color es una mariconada.
8. Camareros. No hace falta que sepan servir una mesa. Sólo con que tengan acento extranjero y aspecto de haber fumado demasiado en el instituto... todo resuelto. No hace falta que sepan escribir. No toman comanda. Da igual qué té les pidas... traerán lo que quieran porque, recuerda, todos saben igual.
9. Olor. Pasote de varitas de incienso. Todo el que Gaspar no regaló al niño Jesús lo quemas en tu local. A saco, que disimule el olor de los baños.
10. Clientes. Snobs, vagos con ganas de estar tumbados, salientes de after, pobretones que no tenemos pasta para ir a conocer el Café del Mar, parejas sin otro sitio donde meterse mano...
Con ese nombre, esa decoración, a oscuras, con esa música, la carta de tés, la comida snob, el color de las paredes, pésimos camareros, el olor a pachuli y esa clientela... ¿quién puede relajarse?
Espero que te sirvan estos consejos y que, si abres tu local, NO ME INVITES NUNCA.
Besos chiláu.
* Es el primer Ahora que lo pienso... que escribí. Qué mal envejece.