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domingo, 3 de octubre de 2010

¡Oh, Capitán, mi Capitán! Cardumen

Como en una perfecta danza con reflejos de plata, todos nadan siempre en la misma dirección. Todos menos yo. No sé por qué, pero tardo en girar cuando los demás lo hacen. No sé si hay un líder en nuestro grupo. Nado tan atrás que no alcanzo a verlo, pero creo que es así.

Seguro que piensan que soy rebelde, inmaduro, que lo hago por divertirme… pero no tienen razón. En ocasiones, cuando se intuye el peligro, mi nadar anárquico es mi enemigo. Me hace quedarme sólo en medio del azul y tengo miedo. Pero no soy un loco.

Asustado, consigo incorporarme de nuevo a la danza. Durante unos minutos, mi cuerpo sigue temblando como si hubiesen desaparecido las espinas. ¡Qué tontos! Algunos creen que intento destacar, ser solista en una danza colectiva.

Es complicado ir a comer. La perfecta coreografía no tiene fines estéticos. Gracias a ella se alcanza otro de los objetivos de supervivencia.

¡Ahora caigo! ¡Ya sé cuál es mi ‘problema’! Mientras todos conocen su lugar yo, aún, continúo buscando. Imagino que soy el primer arenque con este tipo de problema. Supongo que nunca un pez tuvo un objetivo más alto que pretender tener personalidad.