Es curioso, cuando un niño (o niña, disculpe el lector mi lenguaje) aprende a nadar... bucea. Después venimos los adultos a contagiar nuestros miedos y a convencerle de que se nada mejor en superficie, que "irse pa' lo hondo" es peligroso y nada recomendable. Con suerte, algunos niños no nos harán caso y se divertirán alternando el calor de las aguas de superficie con el frío fondo, quizás, del mar.
Con el pensamiento sucede lo mismo. Creo que nuestra naturaleza nos 'pide' bucear en la forma de pensar. No precisamente complicar las cosas. No. Pero sí ir un poco más allá.
Sin embargo, parece que en estos días es un valor pensar en superficie, no profundizar: te acusarán de ser complicado, de agotar sus recursos destinados a la discusión, de querer buscar donde no hay. Puede que sólo en ese último caso tengan razón.
Que nadie se ofenda, que cada uno piense en el nivel que quiera o pueda. Yo seguiré haciendo gimnasia intelectual e intentaré -probablemente sin éxito- llegar un poquito más allá.
Si me buscaa pensando... no me busques en la superficie.
Te veré en las profundidades, creo... jijiji. Siempre se encuentra una belleza única por esas zonas.
ResponderEliminarTania
Muy buena reflexión y mejor la manera de construirla, amigo. Te dejo pensando, pues. Que disfrutes. ;)
ResponderEliminarB.
Pos vamos a ver. Permíteme revisar a ver si lo llevo todo: las gafas, el tubo, las aletas, el patito de goma... por aquello del buceo, claro.
ResponderEliminarComparto tus reflexiones. Buceo a pulmón hasta las más recónditas profundidades. Hay que ser un maestro de la apnea para crecer, aunque en muchas ocasiones falte el aire. Te sigo.
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