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viernes, 24 de junio de 2011

Oh, Capitán, mi Capitán! Protagonismo inesperado.

Los pies somos como Falete y Rappel en una playa nudista: nadie nos mira. Durante la existencia del ser humano ha sido duro ser esa parte de su anatomía. No nos prestaba atención, no inventó la suela hasta mucho después de haber inventado cosas menos prácticas como la religión.

Poco a poco se dio cuenta de que incluso perdía batallas por no cuidar sus pies y decidió inventar la figura del podólogo, una de las profesiones menos satisfactorias después de la de mamporrero y deshollinador (si no eres el de Mary Poppins).


El calzado comenzó a ser importante, la pedicura se convirtió en un negocio a pesar de expresiones técnicas erróneas (desde nuestro punto de vista) tipo: 'te voy a hacer los pies'. ¿Hacérmelos? ¿Qué pasa, que no tengo? No me asustes.


En fin, todo esto ha desembocado en una cierta veneración al mundo podal: la comentada pedicura, la reflexología podal y, sobre todo, la incipiente -o no tanto- moda de fotografiarnos en cada lugar con cierto interés que pisamos.


Por nuestra parte nos alegramos de tener cierta consideración aunque en las webs porno nunca apareceremos en portada... ¿o sí?

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